Se pregunta Mark Blacklock:
¿Cuándo una obra de arte causa en usted un sentimiento poderoso, tal vez haciendo que le suba la bilis a la garganta o que le duela la úlcera en su estómago, ha estado alguna vez tentado en hacer algo en contra de eso, cualquier cosa como respuesta ante eso? Si ese es el caso, usted quizás se encuentre entre la lista de los Intervencionistas.
En varios casos recientes y en importantes eventos, ciertos individuos, artistas aficionados y gente común y corriente, han tenido el impulso de responder críticamente con una intervención física a una obra de arte.
El mes pasado, Aaron Barschak se coló a la fiesta de cumpleaños del Príncipe William, durante un discurso de Jake Chapman, tiró una olla de pintura roja brillante sobre el escocés como protesta en contra de los hermanos Chapman quienes intervinieron la obra de Goya “Los Desastres de la Guerra”. Esta es una intervención, un retoque increíblemente poderoso de un raro conjunto de impresiones de Goya en posesión de los hermanos, sobre el que pintaron las caras de caricaturas y payasos sobre las caras atormentadas originales de la obra de Goya.
Con anterioridad a eso, en abril, la obra de Cornelia Parker, “Un Beso Con Cuerda Agregada” fue atacado con unas tijeras.
Parece que el mundo del arte se ha estado convirtiendo en un mundo de la intervención. Usted podría comenzar culpando a Guy Debord y a su “Situacionismo Internacional” con su afición a desafiar el ambiente de las galerías con intervenciones dinámicas. Pero eso es demasiado obvio, como de costumbre, yo culpo a Brian Eno.
En su diario y ensayo: “A Year With Swollen Appendices”, Eno confesó un chiste de pequeño en el que había jugado con el readymade de Duchamp, “La Fuente”. Eno contó que había orinado en el. Eno es el padrino de la música ambient, sin embargo, obviamente no sería agradable para él ser visto aliviándose a vista y paciencia de los visitantes del Museo del Arte moderno en Nueva York.
Eno por lo tanto se esmeró – (algunos dirán en forma casi psicopática) en preparar su broma. Embotelló su orina en una nave donde él secretamente podía acercarse y la conectó a una tubería plástica que pasaba por la cubierta que protegía el urinario, finalmente pudo acercarse a la pieza y aplicar clandestinamente su orina en la obra.
Es un hecho de que los artistas de performance chinos Yuan Cai y Jian Ji Xi no habían leído el libro de Eno, y si lo hubieran leído habrían tenido el respaldo de este en su propio trabajo. En el 2000 cuando “La Fuente” llegó a la galería Tate Moderno, el par se paró uno a cada lado de la obra y según informes de la BBC: «la orinaron delante de unos perplejos espectadores».
En una posterior declaración subsiguiente revelaron el motivo detrás de sus acciones: «el hacer que las personas revaluaran lo que constituye el arte en si mismo y cómo un acto puede ser arte» y «ensanchar el contexto del icono urinario, celebrando el espíritu del arte moderno”.Este acto, que hace parecer a Eno como una seda, tal como su música, se logró sin el conocimiento del Tate o sus guardias de seguridad.
Cai y Xi son mejor conocidos por otra performance de 1999: “Dos Hombres Desnudos Saltan en la Cama de Tracey”, en la que ampliaron el contexto de Tracey Emin de “Mi Cama”, donde saltaron por alrededor de 15 minutos con los «ismos» (más conocido como el «anti-stuckismo”, el movimiento que nació como una reacción al arte conceptual tal como Emin) pintados en sus torsos antes de ser detenidos por el personal de seguridad del Tate y entregados a la policía.
Felizmente, Emin no levantó cargos pero quizás se arrepintió al oír los comentarios post-performance de Cai: «Iba a sacarme los pantalones Calvin Klein y me iba a poner los calzones de Tracey, pero no tuve tiempo de hacer una performance apropiada.» E incluso mejor: «traté de espantar los guardias fingiendo para un artista de Kung fu.»
Menos articulado que estas intervenciones (y compartiendo más en común con el ataque de Barschak sobre Jake Chapman) han sido los perpetrados sobre el ahora restaurado retrato de Myra Hindley de Harvey de Marcus y la estatua de Margaret Thatcher de Simmons.
La tristemente celebre obra de Harvey, en la que empleó las palmas de las manos de unos niños para pintar la foto de prensa del asesino de Moors, fue atacada con huevos y tinta. La estatua de Thatcher sufrió los golpes de, primero, un bate de críquet y entonces, cuando eso no hacia bastante daño, se utilizó el asta de un andamio cercano. Si su respuesta a una obra de arte es «golpea su cabeza lejos», parece justo decir que usted no se esfuerza lo suficiente.
Ciertamente, la ley parece creer que sí. Paul Kelleher, el director de teatro de 37 años que atacó la estatua de Thatcher, ha estado preso por apenas tres meses gracias a Su Majestad. En su poco exitoso discurso de descargos por daño criminal, Kelleher dijo que su acto había sido una declaración política.
Kelleher, reclamó disculpándose por sus acciones y citó la frustración como un factor determinante: «Cada vez me preocupo más en saber a qué tipo de mundo he traído a mi hijo». Simplemente sería imprudente pararse próximo a Paul Kelleher en una estación de metro, pero lo que es más importante es la advertencia absoluta a los que permiten que sus facultades sean nubladas por la opinión política
Por suerte el todavía desconocido de 36 años de Notting Hill (¿no vive Eno también Notting Hill? ¿Qué edad tiene?), que intervino la obra de Cornelia Parker “La distancia: un beso con cuerda agregada”, encontró a la artista tan tolerante como Tracey Emin. La obra de Parker, según la artista es: «un comentario a la naturaleza claustrofóbica de relaciones», no es nada más que la escultura de Rodin “El Beso” envuelta en unos metros de cordel. El desconocido, con la fianza pendiente hasta que la policía termine las diligencias, corta simplemente el lazo.
Para este humilde observador, esta intervención es la más elocuente de todas las aquí mencionadas y parece avanzar sobre la obra original, trayendo un sentido de finalización. El «comentario» de Parker es en su mejor forma obvia y en su peor forma reduccionista. Invita seguramente la intervención. ¿Si verdaderamente el artista encuentra las relaciones “claustrofóbicas”, no debería ser ella quien encuentre en el corte de su cuerda, metafóricamente hablando, una liberación? Liberando “El Beso” de sus ataduras el desconocido de Notting Hill ha ofrecido un rayo de luz a la esperanza de la artista. Allí aparece la pequeña duda de que ellos deberían juntarse para cenar. Sugeriría un plato de tallarines.
Art attacks
(Filed: 26/06/2003)
Texto extraído de ARTS.TELEGRAPH. telegraph.co.uk
Traducido por Pablo Barnier