4:3 Poética de la teleimagen

 

La realidad es obra de las cosas, la apariencia es obra del hombre”

Schiller

 

1.- Actualmente se ha dado a llamar tecnología, según el vocabulario instalado por la publicidad y el mercado, a los dispositivos electrónicos de última generación (teléfonos celulares, computadores, televisores, o equipos de sonido). Sin embargo, una tecnología es cualquier elemento que utiliza el hombre para extender o proteger una zona del cuerpo, como ya señaló McLuhan. Estas extensiones, ropa, escritura, lenguaje, herramientas, materiales de construcción, etc. Son por un lado de capaces de extender las capacidades humanas, pero, al mismo tiempo, le impiden alcanzar la totalidad del mundo. El sentimiento trágico se instala, entonces, en medio de la dualidad cognitiva donde la tecnología es a la vez extensión y obstáculo del cuerpo en su relación simbólica con el mundo.

La operación informática, en virtud de la cual los sistemas de símbolos se pueden transformar en otro sistema de símbolos se aplica a las operaciones mentales internas pero no a la relación con la realidad (operaciones informacionales), esto es: “el contenido intencional se reduce a información […] las leyes psicológicas se implementan mediante procesos informáticos” (1). Pero, aún cuando los procesos mentales intencionales se generan en el contacto con el mundo, es posible articular una vía poética que vincule lo informacional y lo informático, es decir, la relación cuerpo-mundo externa y la relación simbólica interna de la mente.

2.- Por otro lado, el dispositivo tecnológico, dotado ahora de cerebro (o su metáfora, el procesador serial), es el catalizador de nuestras propias esperanzas, es el nuevo talismán, donde lo importante es su significación y no su utilidad. Es decir, el valor simbólico ha sustituido, o más bien, ha cohabitado con el valor funcional en los dispositivos tecnológicos del mismo modo en que lo hace el en arte. El antiguo relojero se ha convertido en el diseñador de tecnología, una suerte de chamán que ofrece resolver todos los problemas del mundo administrado por medio del conjuro (programación) y que es incluso capaz de hacer mover a las cosas muertas (máquinas).

La imagen de televisión, y por extensión la imagen de video (youtube, etc), entendida como el lugar que no habito, tiene esa peculiar habilidad de mostrar una trama legible donde la representación se teje de manera persistente por la fragmentación de una línea de información electrónica que se transfiere iluminando una pantalla rectangular. Este rectángulo, en formato tradicional 4:3 (heredado del cine mudo) se ha visto reemplazado en las últimas versiones de televisores de alta definición, computadores y teléfonos por la 16:9. Formato más ancho que permite imágenes panorámicas. Pero no sólo el formato ha cambiado, la manera de generar imagen de la nueva televisión ha pasado del barrido electromagnético, que mueve un haz de electrones impactando sobre una superficie fosforada, a unos pequeños puntos de luz controlados por un sistema digital (pixel)

La información de la pantalla LCD, ya no es un recorrido fragmentado, es ahora información de posición y dato preciso, el rgb (rojo, verde, azul) primarios de luz, se ha trasladado del vitraux al monitor para generar imágenes de luz. Donde el gesto mas importante, el de la posibilidad de hacer viajar luz a través de un cable, se ha suspendido. Privilegiando la “visión” por sobre lo “tele”. Incluso en las video conferencias.

3.- Las máquinas autodestructivas de Tingely (Homenaje a Nueva York, 1960), artefactos cuya única utilidad era la de dejar de funcionar, es decir, la función de negar su propia función, ya que en el momento en que se autodestruyen alcanzaban su propósito y se convertían en productos de si mismas. Pueden ser trasladada, mutatis mutandis, al terreno de la imagen, donde la propia destrucción de lo mimético haga aparecer su esencia vaciando el sentido de la imagen.

El mismo vacío de sentido que encuentra Virilio en el desplazamiento de las tecnologías, donde internet provoca que los vínculos virtuales reemplacen a los reales haciendo más cercanos a los amigos de Facebook que a las personas que viven a tu lado. Es decir, “una desintegración de la comunidad de los presentes reemplazada por una comunidad de los ausentes” (2)

El cuerpo, ahora disuelto en la extensión ha llegado a ser reemplazado por su imagen, y la proliferación de dispositivos digitales permitido que todos nuestros cuerpos tengan su correspondiente “avatar” (encarnación en la teología hindú, donde el alma toma un cuerpo). Es asi que, a la luz de esta nueva ausencia de materialidad, el cuerpo se vuelve impulso luminoso, el pixel de una trama mayor: lo social.

4.- En la presente instalación comparecen: la materialidad del cuerpo, devenido en información parpadeante, el parpadeo confrontado al propio absurdo de su difusión y, finalmente, la función que se anula a si misma por sus propias características materiales.

El dispositivo electrónico, a la manera de Tinguely, aparece con la única función de autodestruirse en la pérdida de función, es decir la prolongación del cuerpo, en su forma irreconocible, en la prolongación del pixel lejos del control, en el reordenamiento de la trama ahora ilegible, el cuerpo no solo se proyecta, se fragmenta, se hace extensión al tiempo que mutilación.

La negación informática de la imagen devuelve al cuerpo a su dimensión informacional.

 

Marcelo Arce Fonollá 2012

Texto para el catálogo de la muestra «4:3 Poética de la teleimagen» en galería Macchina

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